Comienzan las vacaciones de invierno, hoy los niños se levantaron a la misma hora de siempre (obvio, no pueden dormir si está de día) y se quedaron en casa. Es extraño volver a tener la casa llena de niños todo el día. Uno se acostumbra a la tranquilidad de la mañana, al silencio y al orden. Pero comenzaron las vacaciones y aquí estamos con ruido, gritos, desorden y cuatro niños aburridos dándose vueltas.
Miro por la ventana y llueve, así que la opción de mandarlos al patio a jugar desaparece… hay que entretenerlos en casa. ¿Pero porqué? Siento que la sociedad nos obliga a ser la organizadora de eventos de las vacaciones escolares. Nuestros hijos, muy influenciados por la televisión, esperan que todos los días les tengamos un panorama distinto: que el cine, que el taller, que el patinaje, que ir a la casa de no se quien, que la feria de no se donde.
Y me pongo a pensar en mis vacaciones de invierno. Como les he contado, tuve la suerte de criarme muy cerca de todos mis primos así que el panorama estaba un poco armado: una subida al cerro, un tecito en la casa de alguna de las tias, el aperitivo de los grandes del día domingo y estábamos. Pero no recuerdo que mi mamá sintiera la obligación de inventar algo entretenido todos los días. Siento que nuestra generación tenía muchos más espacios para el ocio, para aburrirse.
Recuerdo esos espacios de ocio y después de pasar la etapa del “mamá, estoy aburrida” comenzaban a dar resultados. El tiempo vacío implicaba creación, ideas, abstracción, pensamiento creativo. Siento que a los niños de hoy les hace falta el tiempo para aburrirse, para pensar y crear, los llenamos a tal punto de estímulos: la televisión, el computador, el wii, el ipad, el teléfono… que no tienen tiempo ni espacio para encontrarse con ellos mismos, con sus ideas, con lo que piensan y sienten.
Y con esto no quiero decir que estas dos semanas se transformen en un black-out, si no que estemos presentes y que “organicemos” las vacaciones no solo con miles de actividades, si no que también con espacios vacíos para que nuestros hijos puedan aburrirse y buscar soluciones para este estado. A fin de cuenta es una muy buena forma de que empiecen a conocerse a sí mismos. Dejémoslos un ratos solos… ya verás que nos sorprenderán con grandes creaciones… ¡A disfrutar de la presencia de nuestros hijos en casa!
