No podemos negar que los momentos más intensos en el quiebre de una relación son muy fuertes. Se dicen cosas sin pensar y luego uno queda devastado, triste, melancólico y con ese aire de que esto probablemente nunca se va a pasar.
Y ahí viene el intento de apaciguar, o bajar de intensidad de ese dolor, ingiriendo grandes cantidades de alcohol, con tal de borrarse y no pensar en nada, solo encontrarse en un estado paralelo donde seguramente lo vamos a pasar bien un momento.
Bueno, un reciente estudio de la Universidad de Vermont, en Estados Unidos se ha encargado de tirar por la borda esta antigua concepción arraigada fuertemente en la sociedad.
Las conclusiones muestran que al contrario de lo que se piensa, el alcohol no ayuda a superar las penas. Por el contrario, en el caso de ellos, los hace sentirse más furiosos con la situación mientras están bebiendo. Y en el caso de nosotras, cuando despertamos después de haber tomado mucho, nos sentimos más deprimidas.
Finalmente, las penas de amor hay que vivirlas profundamente. Aunque duelan hasta el alma, hay que hacerlo para poder mirar hacia adelante.