Ale Columnas

Se acerca el 18 y aparece el miedo escénico por @Alepolig

bandera chile

Cuando era chica, para mi celebrar el 18 era todo un acontecimiento. Me encantaba las representaciones, bailar cueca (aunque fuera vestida de huaso, colegio de puras mujeres) y poder estar lo máximo posible en actividades relacionadas.

Mi hija está igual. En llamas esperando su “vals chilote” en el colegio. La ansiedad se la come y ya cree que hasta el jueves es demasiado tiempo de espera. En cambio, el más chico no quiere saber de bailes, fiestas, vestimenta. Por él, ojalá pudiera quedarse en la casa tranquilo. Si hasta el día de hoy, se asoman sus pucheros al momento de dejarlo en el jardín.

Puede que los hombres sean más mamones y las niñitas más independientes. Esa suele ser una típica etiqueta que vamos poniendo en muchos aspectos de la vida de nuestros hijos: quién habla primero, quién camina primera, va al baño, llora o no en el jardín o colegio y así sucesivamente mientras van creciendo.

Pero la verdad es que no es así. Como ya les hemos dicho en muchas ocasiones, todos los niños son distintos unos de otros. A unos les cuesta más a otros menos.

¿A qué voy con esta reflexión? Que con la llegada de septiembre, llegan también las representaciones en jardines y colegios donde los niños se ven expuestos a tener que bailar, hablar o cantar frente a personas que nunca han visto. Y, junto con lo anterior, tienen que sostener las expectativas de profesores y papas que esperan que lo haga “espectacular”.

Obvio que en ese preciso momento aparece el pánico escénico. Mirar a un público que te aplaude, te mira y se enfoca en ti 100% no es algo menor y es nuestro deber, en ese preciso momento, ser empáticos con sus sentimientos.

No depositemos nuestras expectativas de personalidad esperada de nuestros hijos en sus presentaciones escolares. Dejémoslos que lo hagan tranquilo y que salga como salga. Reafirmemos su seguridad aplaudiendo a rabiar aunque no haga absolutamente nada, porque ya el simple hecho de estar paraditos ahí, es un tremendo logro.

Vivamos este momento con ellos, aunque sea la presentación número 15 que hayamos que tenido que ir a ver al colegio. No importa, lo que importa realmente es que ellos cuando salgan al escenario nos vean radiantes y llenos de orgullo por verlos ahí. Que encuentren en nuestros ojos esa calma necesaria para hacer lo que tienen que hacer.

No nos enojemos si lloran, y probablemente el mío lo haga, porque con eso sólo vamos a lograr que su inseguridad vaya cobrando mayor importancia. Reforcemos sus aspectos positivos, utilicemos frases tan hermosas como “para mi eres el mejor”, “te felicito, lo hiciste tan lindo” o simplemente “no sabes cuánto te amo”.

La invitación es a acompañar en cada etapa a nuestros hijos y entender a cada uno de ellos en su personalidad y forma de ser. No los comparemos unos con otros porque lo único que vamos a lograr es etiquetarlos de tal manera, que crecerán pensando en eso y sus decisiones irán basadas en esas etiquetas.

Hoy miro a mis hijos y los entiendo a cada uno en su forma de ser e intento desde ahí entregarles lo mejor. He ido creciendo con ellos y ellos me van enseñando tantas cosas en su día a día. Y son esas las mejores herramientas que puedo tener.

Les dejo una reflexión que escuché en una charla a la que fui hace poco. No hay ninguna receta 100% cierta para la crianza. Eso lo va dando nuestro propio instinto de madre y el amor por nuestros hijos.

Me quedo con que de lo único que estoy segura que hago excelente, que es entregarles todo el amor que tengo. De apapacharlos cuando tienen pena, de reír con ellos y de disfrutar cada pequeño logro con todo. Así, ellos crecen tranquilos y confiados, seguros de sí mismos y mirando el futuro con tranquilidad.

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