Primera vez que voy a un recital donde no conocía más de tres canciones del grupo que se presentaba. Sólo sabía que, al menos dos de esas canciones eran esos lentos calados en las fiestas de colegio o en las casas de las amigas famosas por hacerlas al menos una vez por mes.
Al llegar al Caupolicán, teatro al que no iba probablemente hace más de 15 años, lo primero que hice fue preguntarle a mis hermanos como se llamaba el grupo para poder hacer el famoso check in en Foursquare y contarle a mis amigos donde estaba. Era Foreinger, una banda setentera, donde el vocalista tenía un aire entre Steven Tayler y Mick Jagger, llamado Kelly Hansen (no el original, pero lo hace muy bien) que tenía loca a las fanáticas presentes.
Bueno, empezó el show y comencé a darme cuenta que conocía un par de canciones extra a las que ya tenía en mente y además que eran muy buenos en vivo. Ya había olvidado lo rico que es el Caupolicán para ver un concierto, no más de 6 mil personas, todas fanáticas a morir de la banda que coreaban todas y cada una de las canciones del repertorio. ¡Hasta peluches le tiraban al vocalista!
Y llego el momento del climax. La penúltima canción del recital valió la pena por todo el show. Invitando a cantar a todo pulmón, comenzó a sonar “I Want to know what love is” y el teatro simplemente se vino abajo. Todos cantaban y miles de recuerdos se vinieron a mi mente.
Miles de lentos bailados donde esperabas ansiosa este momento de las fiestas para poder bailar con la persona que te gustaba. Era el momento del contacto físico con otro y las mariposas en la guata se hacían sentir con una intensidad indescriptible. Eran canciones que uno guarda en la memoria y que gatillan esos recuerdos al momento de escucharla. Ir a una fiesta pensando en los lentos, era la parte más entretenida de todas. Ese momento que ya prácticamente no existe y que ha sido sustituido por la música electrónica, el reggeaton y otros tipos de música, que no es que esté en contra de ellos, sólo que no permiten el tipo de contacto que te entrega un lento.
Al terminar la canción, la ovación fue tremenda. Creo que en el público presente hubo una sensación generalizada de recuerdos imborrables. Y muchos de los que estábamos ahí, pensamos: Es justo y necesario que: ¡vuelvan los lentos!
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