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¡Qué sería de mí sin mi nana! por @memecarranca

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Podría escribir un libro eterno de mis historias con las nanas. Tengo 4 niños y en los últimos 8 años han desfilado una lista interminable de mujeres que han llegado a ayudarme con las labores del hogar y con los niños.

En un principio tomé niñas que me ayudaran un poco un par de días, tenía 1 o 2 niños y vivía en un departamento pequeño que no implicaba mayores complicaciones. Y aquí comenzaron las historias: compartía nana con mi hermana y de un momento a otro nos bajó la psicopatía de que nos robaba… Mi hermana, de armas tomar, terminó con la mujer en ropa interior en el baño de su casa esperando que le entregara unos dólares que habían desaparecido de adentro de un calcetín de la guagua de la casa (¡gran escondite!)… a los pocos minutos aparecieron los billetes (no pocos) en un lugar nada que ver. Fin de la nana… vuelta de la esclava Isaura a la casa.

Cuando mi segundo hijo tenía 1 año volví a estudiar, por lo que necesitaba una nana todos los días que se pudiera hacer cargo de los niños y de la casa por mientras no estaba… el casting no fue muy exigente y terminé con una nana metalera que se resistió como gato de espalda a usar delantal y trabajaba con poleras negras con calaveras, muertos y 666. Un encanto ella… pero metalera. Dormía siesta con mi guagua, le llevaba las poleras de mi marido a su pololo… pero en fin, males menores. La casa funcionaba perfecto y mi guagua jamás se enfermó porque la nana cada vez que podía le daba jugo de jurel ¡Todavía está pasado a pescado el pobre!

Ya con el tercer embarazo se hizo necesaria la nana puerta adentro. La primera, una poto loco, el pololo (el curadito que acomodaba autos en el supermercado) llegaba a cualquier hora a tocar el timbre a alegar que le habíamos robado a la María ¡Valor! Luego una peruana que no alcanzó a durar 4 días ¡Y no volvió más! Ni a buscar sus cosas, ni su sueldo ¡Nada! Después una dulce nana del sur que nos hacía tortas, empanadas y pan amasado, que le cocía vestidos a las niñitas, cambiaba cierres y hacía cortinas… duró lo que se demoró en llegar el verano y el aumento de puestos de trabajo en el sur. Luego una dominicana con todo el sabor en la sangre, que bailaba bachata cuando cocinada y estaba siempre alegre… se fue a los 6 meses dejando una nota donde explicaba que emprendería nuevos caminos: el nunca bien ponderado Café con piernas.

Pasé varios meses sin nana (vuelta a la esclava Isaura) y llegó una desgraciada que de solo recordarla me dan ganas de pegarle. Chilena, del sur, joven, estudios técnicos y con el sueño de entrar a la Universidad ¡Mentiras! A los 20 días de entrar a trabajar y el único día que se quedó sola con la guagua de 1 año y 10 meses tomó cuanto bolso encontró en la casa y lo lleno con ropa, plata, joyas y todo lo que encontró y se fue, dejando a mi guagua sola en casa por lo menos unos 40 minutos… me daba lo mismo todo lo que se pudo llevar, pero hasta hoy, 3 años después, aún me duele el abandono de mi pobre niñita indefensa… Enseñanza: ser ultra exigente en las entrevistas, revisar papeles, comprobar que son reales, hablar con recomendaciones… ¡ Y jamás despegarle un ojo!

¡Renuncié a la nana! De vuelta a ser la esclava Isaura de la casa… hasta que quedé embarazada por cuarta vez y a los siete meses de embarazo y con órdenes de bajar el ritmo me di cuenta que sola no podía. Fue ahí cuando llegó Carmela de San Rosendo… una niñita de 19 años que con suerte se atrevía a cuidarse a ella misma, con una historia horrorosa tras su espalda: violaciones, embarazos no deseados y más, que lloraba cuando llegaba al paradero de la micro y volvía a mi casa para que la fuera a dejar en auto… ¡Desastre! Una semana antes de la fecha de parto renunció, no se sentía capaz de cuidar a una guagua…. ¡Desastreeeeee!

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Operación flash… Súper Emma busca nanas, entrevista a 6 dominicanas… y llegó mi Mari, sin la que mi vida no sería lo que hoy es… Y aquí comienza mi reflexión. Esta mujer, de solo 36 años, con hijos de 21, 19, 13 y 12, una nieta, y un marido enfermo que vino a Chile a probar futuro y se cruzó con mi familia y es capaz de querer, cuidar y respetar a cuatro intensos niños sin jamás ponerles una mala cara (a ellos, claro. Nosotros no entramos en esta clasificación) Lo encuentro increíble. Estoy segura que ella disfruta más estando en mi casa que los días que sale libre. Sin que me diera cuenta, y después de un año y medio viviendo en mi casa, puedo decir: mi nana es feliz haciendo lo que hace… y yo soy feliz de que lo haga contenta y que se sienta querida, apoyada y respetada por mi familia, que a la larga también es su familia.

Honestamente ¿Qué sería de mí sin mi nana? No lo sé, ¡Un atado de nervios! Ella mantiene la casa organizada (no limpia, eso es mucho exigir) sabe qué hay para cocinar, tiene listo los uniformes de los niños y de mi marido, prepara los almuerzos para llevar al colegio, limpia a la guagua para que cuando yo vuelva de la ida a dejar niños esté todo andando, toma a mi guagua si es que no me deja trabajar en el computador, cuida a mis hijos si tengo que salir, sabe los horarios y los hace cumplir… y si queremos salir en la noche, ella se queda sentada esperando que lleguemos hasta bien tarde en la noche… ¡Sencillamente increíble!

Es cierto, las nanas están en retirada, pero la mía la vivo cada día y soy capaz de cambiarle de pieza con tal que se quede… Las invito a que por un minuto valoren todo lo que esa mujer extraña hace por nosotras, por nuestros hijos, por nuestro hogar, por nuestra familia, por nuestra casa… por nuestro futuro. Y la mayoría de las veces lo hace sin que le importe ella misma… ¡Son mujeres luchadoras sencillamente increíbles! Y como tales, hay que APLAUDIRLES.

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