Este fin de semana fuimos a pasar el día del niño a la playa a la casa de mis papás. Cuando volvíamos a Santiago con los cuatro niños durmiendo y recorriendo aquel camino que recorremos varias veces al mes miré hacia el lado. Miré a mi marido y pensé “Qué suerte tenemos de poder vivir una vida juntos” y caí en cuenta de un detalle que muchas veces damos por obvio: el día a día.
En los primeros momentos del amor, cuando estamos recién conociendo y enamorándonos de “esa” persona solo soñamos con vivir juntos, con compartir mañanas, desayunos, comidas, idas al supermercado y tantas otras pequeñas cosas que conforman una vida en común, soñamos con armar una historia, un futuro juntos. Pero cuando lo estamos viviendo olvidamos lo afortunado que somos de poder compartir la vida con nuestra media naranja.
La vida, sobre todo en esta etapa vital, es intensa: llena de obligaciones y tareas, falta de tiempos y espacios. Muchas veces (las mayorías de las veces) con suerte alcanzamos a sentarnos a comer algo rápido y acostarnos a ver pasar caras y situaciones por la televisión. Estamos demasiado cansados, con la cabeza muy llena de cosas como para llegar a pensar lo valioso que es el hecho de estar juntos, de compartir el día a día. Lo importante de poder todas las noches tomarnos de la mano y dormir.
Cuando decidimos comenzar una vida con quien amamos jamás imaginamos lo que significa. Creemos que es como un cuento: armar una casa linda, salir a pasear de la mano y comer siempre cosas ricas. Pero no es así, con el tiempo la vida nos enseña que juntos tenemos que aprender a pasar por momentos difíciles, a solucionar miles de situaciones diarias, a pagar cuentas, a contar centavos en algunos momentos para poder comprar pañales, a cuidar personas enfermas, a sacar fuerzas de no sabemos donde para sacar al otro de algún problema o bajón, a poner el hombro para que el otro llore, a poner la otra mejilla cuando algo nos duele hasta el alma, solo para que la persona que amamos pueda aprender con esa situación y crecer.
Ayer, cuando venía en el auto y miré a mi pareja, me dije a mi misma “¡Lo logramos!” Logramos hacerle frente a la tormenta más grande que hemos vivido en estos 10 años juntos, logramos abrazar con tal fuerza el barco para que no se hundiera. Muchas veces nos hundimos, de a uno y los dos juntos, pero siempre hubo una fuerza superior (digámosle amor, Dios, energía) que nos ayudó a salir a delante. Dimos miles de vueltas en un remolino interminable sin encontrar salida, muchas veces soltamos simplemente los remos para dejarnos llevar y varar… Estuvimos incontables veces al borde de abandonar el barco y desecharlo, pero no lo hicimos.
“Lo logramos”, simple y sencillamente porque nunca olvidamos el día a día. Nunca dejamos de tocarnos los pies antes de dormir, nunca dejamos de despertarnos juntos, nunca dejamos de saludarnos… La vida está llena de detalles y una vida juntos está llena de fuerzas que necesitamos mantener para llegar a buen puerto. ¡Nuestro barco no naufragó! … ¡Nuestro barco ahora avanza con más fuerzas y con mejores bases hacia un futuro infinito, juntos, felices y lleno de amor!
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