Sabemos que no hay nada como nuestros brazos cuando nuestros hijos recién nacidos lloran. Y que mejor para ellos si además de estar en brazos, los paseas de un lado para otro. Muchas veces pensamos que es por capricho, regaloneo o que no se siente bien.
Hoy se ha estudiado este tema y se han hecho estudios para saber porque el caminar con los niños en brazos calma el llanto de ellos. Los descubrimientos van más allá de la relación afectiva y el apego con ellos. La realidad hoy es que existe una explicación científica que está basada en un mecanismo fisiológico.
El estudio muestra que los efectos son de manera casi inmediata. Para lograrlo, se examinaron a 12 niños sanos entre uno y seis meses de vida, a los que se les grababa su ritmo cardiaco cuando estaban en su cuna, con su mamá en brazos sentada y con ella caminando. Los resultados arrojan que al momento de caminar, se reduce la actividad del sistema nervioso y motor y la frecuencia cardiaca disminuye.
El estudio ha dejado claro que entre estar en la cuna o en los brazos de la mamá, la mejor opción es la segunda, pero en movimiento.
Una de las conclusiones de este estudio, es que estar en brazos y querer movimiento no es un capricho y menos que nuestros hijos nos estén manipulando y que se hayan “acostumbrado a los brazos”. Simplemente tiene que ver con una necesidad fisiológica, un mecanismo de defensa donde se sienten más tranquilos que es propio de todos los mamíferos.
El movimiento los relaja. Ahí hay una explicación del porqué al estar en el auto se quedan dormidos de inmediato. Y tiene que ver con el apego. Si a ese movimiento le sumamos la mamá, que es la primera persona que los recibe en sus brazos cuando nacen, los protege y alimenta, se transforman en resultados inmediatos. Y ese apego es fundamental estimularlo desde el momento del embarazo. El sonido de la voz de la madre, su ritmo cardiaco e incluso la temperatura hacen que los niños lleguen a relajarse totalmente.
El estudio también habla que el llanto es un mecanismo de defensa de los recién nacidos y como tal, no hay que ignorarlo y hay que intentar mecerlos cuanto podamos. Al hacerlo, según resultados del estudio, se pueden evitar traumas posteriores.
Ahora, tenemos que tener en claro que todo debe ser en su justa medida y todos los excesos son malos. Solamente porque nuestros hijos también se pueden acostumbrar a estar en brazos mucho tiempo y el llanto, en ese caso, dejaría de ser un mecanismo de defensa.