Si cada vez que tienes que ir al pediatra tu hijo llora, llora y llora sin parar porque no quiere ir y todo se convierte en un caos, entonces estos consejos pueden ayudarte con ese tema.
Hablar bien del pediatra y nombrarlo por su nombre
Lo ideal es que hablen del pediatra no sólo cuando tiene que ir porque está enfermo o por revisión, sino que también cuando está sano. Explícale de manera clara cuál es su labor y cómo ayuda a los niños a no sentirse mal y mejorarse cuando están enfermos. Si en todas estas explicaciones lo llamas por su nombre, se hará algo familiar para los niños.
Jugar al doctor
Los juegos de roles son muy comunes para los niños. La representación y el juego simbólico son parte de su desarrollo, por eso son: profesores, bomberos, policías, mamás, papás, etc. Incentiva este juego y aprovecha su imaginación para que “cure” a sus juguetes sin provocar dolor.
No amenazes con el pediatra
Nunca lo amenazes con el pediatra porque con eso sólo lograrás que más miedo le tenga, y además que asocie la consulta con un castigo. Olvídate de frases cómo: “si te portas mal se lo digo a Juan, tu pediatra”.
Dile siempre la verdad cuando van al pediatra
No lo engañes diciéndole que van a otro lado. Los niños pueden pensar que es tan terrible ir al doctor que hasta la mamá lo oculta.
No minimizar ni agrandar lo que va a pasar en el doctor
Si le tienen que poner una vacuna, dile lo que va a pasar pero sin meterle más susto. La verdad suavizada y explicada con cariño es lo mejor.
Siempre a su lado
Dile que siempre vas a estar con él y en todo momento, sobre todo si tiene que hacerse algún examen y no sabe “lo que viene”. Evoca tu memoria emotiva y cuéntale que pasaste por lo mismo a su edad.
Una recompensa
Que los niños sepan que tendrán alguna recompensa por portarse bien los anima y los hace feliz. Ojo, no tiene que ser algo material, sencillamente puede ser pasar por la plaza, salir juntos, comprar un helado, entre tantas otras cosas.
Permite que él le cuente al doctor lo que le pasa
Deben preparar lo que va a decir. A los 5 o 6 años a los niños les encanta hablar de tú a tú con los adultos y hacerlo los hace sentirse importarse.