Aunque no lo creamos la alimentación, aparte de su importancia nutricional, tiene un gran valor emocional para las personas. La primera asociación de este tipo es la lactancia materna, que genera los vínculos de apego y se dan las primeras relaciones de afecto con la comida.
Es desde que nacemos que los grandes ritos familiares giran en torno a la comida: cumpleaños, matrimonios, fiestas, entre otros. Es por eso que se vuelve fundamental crear hábitos correctos de alimentación desde pequeños, ya que es en los primeros años donde se generan.
Pero estos hábitos no se tratan sólo de lo que comen, sino que también incluye la cantidad y los horarios. La rutina siempre es buena y les va entregando estabilidad a los niños.
Nuestro rol como padres es fundamental en esta tarea. No sólo en incentivar a nuestros hijos a la “comida saludable” sino que también en ser creativos y no equivocarnos a la hora de enfrentarlos a nuevos sabores, a la comida e intentar siempre ser un ejemplo para ellos. No podemos olvidar que ellos aprenden por imitación y nosotros somos sus modelos más directos.
La hora de la comida no debe transformarse en una tortura, ni para nosotros ni para ellos. Esto nos genera ansiedad a ambos y termina convirtiéndose en una batalla campal. Muy por el contrario, tratemos de ser pacientes, asertivas y creativas al momento de enfrentar a nuestros niños al plato.
Desde la presentación hasta el rito de sentarse en la mesa van de la mano en hacer que la hora de comida sea placentera, un momento para compartir y alimentarse pero que a la vez disfrutamos en familia.
Acá algunos tips que entregan en el libro “¿Quién dijo que era fácil ser padres?” para la relación con los niños y la comida:
- Servir porciones pequeñas, de acuerdo a la edad de nuestros hijos.
- No insistir en darle a los niños cosas que no les gustan. Podemos generar fobias en torno a la comida que a la larga se podrían convertir en trastornos. Si nosotros no comemos lo que no nos gusta ¿Por qué obligarlos a ellos?
- Tener horarios establecidos de las comidas. Así comenzamos a generar rutina.
- Incluir en el menú familiar verduras y frutas. Que ellos vean que todos comen lo mismo.
- Seamos creativas. Al momento de servir, hacerlo de manera ingeniosa y con una historia puede generar un cambio en la percepción de los niños de ésta.
- Hagamos de la comida un momento familiar agradable, de conversación y que los niños se sientan felices y tranquilos de contar sus cosas y con la seguridad de que serán escuchados.