¡Llegó agosto! Mes de los gatos ( ¡Y pucha que han disfrutado! El techo de mi casa parece fiesta) y poco a poco se nos empieza a acercar nuestro preciado verano… sol, playa, vacaciones, shorts, poleras, ¡traje de baño! Y así como llega agosto entra en nuestra programación la palabra “dieta”.
Es un concepto que nos toca a todas… En invierno nos damos libertades, comemos un poco más porque hace frío y “necesitamos más energía” (gran mito urbano), en las tardes de lluvia se nos ocurre acostarnos a comer chocolate o sopaipillas o … calzones rotos (innecesarias y horrorosas calorías que después nos pasan la cuenta) ¿y a la noche?… nada más rico que un buen churrasco italiano o un bistec a lo pobre. Al final del día, varios gramos de grasa de más que se van acumulando, cada vez más notoriamente, en el famoso “rollito”.
Y es así que de repente vemos avanzar el calendario… 1 de agosto… 15 de agosto… 1 de septiembre … ¡El 18! Hora de ponerse poleras y todas nos marcan la guata ¡Horror! Es por eso que para mi el dead line empieza a correr a principios de agosto para que alcance a bajar por todo lo que engordo en las Fiestas Patrias (no olvidemos que este año son 5 días en los que los asados, empanadas y copitas de vino no dan tregua).
No sé si a ustedes les pasa… pero cada vez que incorporo la palabra dieta me da hambre. Y lo más divertido es que ando comiendo a escondidas. Cómo si hubiera un inspector detrás mío revisando qué como y qué no… ¡Falso! Solo yo misma puedo controlar qué como y que no.
Junto con la dieta llega la necesidad de hacer deporte… Gracias a Dios no soy de esas mujeres que paga el trimestre del gimnasio y va 4 veces… El punto es que uno llega de vuelta a aquel templo del deporte y te encuentras con varias de las mujeres que te topaste el año pasado… pero ellas llevan todo el invierno entrenando… ¡Non stop desde que me fui! Y ahí están, regias, levantando unos pesos que nunca en la vida he imaginado ni tomar, corriendo en la trotadora en nivel 25… y yo con suerte en una elíptica nivel 4… Estupendas… ¡y de peto! o con unas poleras ajustadas de una talla que no me cabe ni en el dedo chico. Para mi, ellas son la imagen viva de la perseverancia, un ejemplo a seguir, un modelo inalcanzable.
A fin de cuentas, y el mensaje que quiero entregar, es que todas podemos prepararnos para el verano, no es necesario que esperemos que pasen las vacaciones de septiembre para darnos cuenta que el bikini ya no nos queda. ¡Mientras antes tomamos la decisión de volver a estar en forma, mejores resultados!
Y más allá que cuidar nuestra alimentación y empezar a movernos por el fin inmediato de bajar un par de kilos, las invito a hacerlo para sentirnos bien, con más energía y más felices… es rico ir alcanzando metas, corriendo más rápido y saltando más alto. Que este año la dieta para volver a estar en forma para el verano, sea mucho más… sea un cambio de vida hacia una vida saludable. ¡Todas podemos lograrlo!