Este fin de semana largo tuve a los cuatro niños enfermos. En tandas de a dos o de a tres TODOS quejándose de dolor de estómago. No tengo idea de cuántas veces corrí al baño con alguno de ellos, cuantos juegos de sábanas se usaron por cama, ni cuantos aerosoles desinfectantes se usaron en la casa. Fue un fin de semana intenso.
Uno de esos días me llamó mi hermana para saber cómo estaban los enfermos y si habíamos caído nosotros, los papás (claro que el padre de las criaturas había pasado por el malestar, pero tuvo que recuperarse rapidito para ayudarme en esta mega emergencia sanitaria en casa). Por mientras hablábamos por teléfono escuché a mi sobrina gritar “Las mamás no se enferman” y lo encontré tan cierto.
Por alguna extraña razón de la naturaleza la mamá jamás se enferma junto a sus hijos. Más allá de las razones médicas, la inmunidad y tantos otros conceptos existe una razón básica: las mamás NO PUEDEN enfermarse al mismo tiempo de sus hijos. Es muy simple: si tengo a un niño quejándose en la pieza, otra vomitando en el baño y una guagua con un olor horrible, ¿En qué minuto puedo hacerle caso al asco que siento? ¿En qué minuto puedo salir corriendo yo a vomitar?… Sencillamente, el espacio no existe, no es posible, viable ni efectivo.
No nos enfermamos porque el hecho de ser madres incluye el chip de “urgente y bloqueo” ¿A qué me refiero? A la capacidad de bloquear las propias sensaciones para poder hacer frente a las urgencias. La maternidad implica una entrega tan profunda, completa y rica a nuestros hijos que somos capaces de sincronizarnos con ellos a tal forma que podemos estar varias noches en vela y despertar de lo más bien solo para cuidarlos y asegurarnos de que están bien. Podemos pasar por alto nuestros dolores y sensaciones desagradables solo por verlos sonreír nuevamente.
La naturaleza es tan sabia que nos entrega la capacidad completa de cuidarlos a toda hora y pese las circunstancias. Es por ello que creo que no es que “las mamás no se enfermen” es que todas nosotras, las mujeres que somos madres, no nos damos el espacio, el tiempo ni la preocupación de enfermarnos cuando ellos están enfermos. La entrega es tal que es más importante cuidarlos que hacernos caso de nuestras propias necesidades.
Es por ello que no dejo de admirable de los perfecto del mundo que vivimos, de lo maravilloso de ser madres y de lo profunda que puede llegar a ser la conexión con nuestros hijos.