Cuando comienza a llegar fin de año muchas veces nos ponemos a mirar hacia atrás y a hacer un recuento de todo lo que hemos vivido, de todo lo que nos ha sucedido, de las decisiones que hemos tomado y como éstas han afectado nuestra vida.
Hoy miro hacia atrás y me siento tranquila de haber tomado las decisiones más trascendentales de manera correcta. El día a día y todo lo que ha sucedido me ha ido demostrando que, pese a todas las aprehensiones que pude haber tenido, el colegio elegido para que mis hijos empezaran su vida escolar, ha sido la correcta.
Pero creo que no todo parte ahí. ¿Saben? Creo que la mejor decisión que pudimos tomar con mi marido fue elegir un jardín infantil realmente espectacular. Que se preocupa del desarrollo de los niños en todo sentido, pero más que enseñar cosas teóricas o prácticas, les enseña a pararse en la vida, a disfrutar los amigos y a respetar a los otros.
Eso es fundamental al momento de llegar al colegio. Un mundo nuevo y desconocido, tanto para los niños como para nosotros. Porque por mucho que seas ex alumno, el mundo ha cambiado tanto que las cosas suelen tomar otros rumbos que como los dejamos.
El paso del jardín al colegio es un cambio radical. Desde la vestimenta hasta la forma de relacionarse con las tías. Tenemos la inmensa fortuna de contar hoy con dos tías del colegio de mi hija mayor que sencillamente son un lujo. Amables, cariñosas, preocupadas, excelentes profesionales, apasionadas en lo que hacen y siempre dispuestas a darte una mano y ayudar a los niños y a los papás.
Les quiero contar esto porque para muchas ahora se viene la postulación para pre kínder 2014. Un mundo totalmente loco, en el que los exámenes de admisión, las entrevistas, los formularios y miles de papeles se vuelven parte de la rutina de la familia completa. Pasa a ser un tema recurrente y comienza el estrés del “quedaré o no quedaré”.
A través de mi experiencia, les puedo decir que los nervios son parte natural de un proceso que no es menor. Pero debemos ser conscientes de que todo ese estrés que nosotros vivimos, de un modo u otro, se lo traspasamos a nuestros hijos. Les damos una presión innecesaria y una carga emocional muy potente.
Debemos intentar no poner nuestras expectativas en ellos. Sobre todo, pensando en que la vida tiene tantos giros, que puede que el día de mañana igual los tengamos que cambiar por una que otra razón. Una vez alguien me dijo “hay colegios para niños y niños para colegios”. Es su momento no le tomé el peso, hoy me hace todo el sentido.
Lo fundamental es escoger de acuerdo a la formación que queremos que ellos tengan. No podemos obviar el hecho de que pasan la mayor parte del día ahí. Si queremos que sea católico o no, que tenga buen deporte, inglés, que valores entrega, en fin, todo lo que queramos entregarles a ellos.
Pero lo más importante es ir dándonos cuenta, con el pasar del tiempo, de que tomamos la decisión correcta. De qué lo que esperábamos de esa institución que elegimos para que eduquen a nuestros hijos, vaya superando nuestras expectativas. De que nuestros hijos se vean felices y disfrutando cada momento vivido. Que vayan acumulando experiencias y conocimientos como una esponjita. Los primeros años son el cimiento de lo que será la vida escolar completa. Puede definir toda la experiencia.
Hoy espero que mis hijos disfruten su etapa escolar (mi hijo pequeño postula ahora en marzo), de que sean felices, de que tengan amigos y aprendan el valor de la amistad desde pequeños. Que vayan formando un criterio frente a la vida, que vayan adquiriendo conocimientos que los lleven a tomar las mejores decisiones y que, finalmente, lo que más espero, es que lleguen a mi edad con sus amigos de colegio. Al igual que yo lo he hecho.
¿Saben por qué? Simplemente porque los amigos son los hermanos de la vida, son las personas que nosotros escogimos para que nos acompañen y porque sin ellos la vida sería más difícil.
Hoy me siento tranquila con las decisiones que he tomado para mis hijos. Pero tampoco me cierro a la posibilidad de tener que cambiarlos en algún momento. Tenemos que estar tranquilas y decidir con la cabeza, pero con el corazón al lado.