De un día para otro en mi casa sucedió una tragedia: ¡Se perdieron TODOS los chupetes de la guagua! Esto generó una revolución en la casa ¡La guagua no puede dormir sin su tete!
Operación rastrillo: todos tirados en el piso, moviendo muebles, sacando juguetes de las cajas, revisando los clóset… ¡y nada! Revisamos carteras, bolsos, cajones, esquinas, el auto ¡Y NADA!… misteriosamente habían desaparecido.
Después de un rato nos dimos por vencidos y dije “Voy a comprar chupetes”, voy a buscar la cartera y al volver había uno sobre la mesa del comedor… ¡Raro! Miro a mi alrededor y la tercera de mis hijas (3 años) me dice “Vino la Señora de los Tetes y trajo uno”. Me contó una historia entretenidísima de cómo había llegado y qué había hecho esta señora. A fin de cuentas, había buscado todos los chupetes y los había botado a la basura.
Y ahí está mi pobre “señora de los tetes” haciendo señas para llamar la atención “¡Aquí estoy mamá! Soy más grande, pero quiero seguir siendo tu guagua… Soy más linda y más entretenida que TU guagua”.
¡Qué difícil ese período! Cuando el hermano menor comienza a caminar, a decir palabritas, a interactuar con el mundo. Nos derretimos con cada pequeño logro de esa personita mínima… ¿Y el hermanito mayor? Ahí está mirando, observando todo y sintiéndose extremadamente celoso. ¡No saben cómo manejar esta sensación! Y la única solución es llamar nuestra atención con cosas que saben que la pueden llamar: no comer la comida, rayar las murallas, golpear al hermano.
Es más difícil aún cuando hay 2 niños más también llamando la atención, pegándole a las hermanas u olvidando todos los materiales en el colegio… Y ahí está uno, en medio de este tira y afloja intentando no tirar para ningún lado, pero que ellos crean que siempre tiramos para el lado de ellos.
¿La solución? ¡Repartirnos! Ser más multi mujeres de lo que somos normalmente y darnos el tiempo de hacer algo especial con cada uno de ellos. Hacerlos sentir muy importantes.
Porque a fin de cuenta nosotros sabemos que amamos a cada uno de nuestros hijos más que a nuestra propia, pero ellos no lo saben y necesitan que diariamente se los recalquemos.
¿Y en tu casa hay alguna “señora de los tetes”?