“¡CUAAATRO!” Esa es la reacción que recibo de todas las personas cada vez que les digo que tengo cuatro niños. “¿Cómo lo hacen?” – continúan. La respuesta es bastante parecida a la que daría cualquier mujer que es madre “con muchos cuidados, kilos de paciencia, toneladas de entrega y por sobre todo amor, un amor infinito y a prueba de todo”
Hoy quiero contarles un poco cómo es mi vida con cuatro hijos. Para comenzar vale aclarar que mi marido y yo tenemos una visión de la vida bastante poco usual. Desde el primer día de nuestro matrimonio (hace ya más de 10 años) nos dimos cuenta de que si hacemos las cosas con y por amor, Dios siempre proveerá. Fue así que pasamos de ser una pareja de jóvenes con una guagua viviendo en la casa de mis papás a lo que somos hoy: 6 personas que viven muy bien, de forma tranquila y que tenemos la posibilidad de darnos gustos.
Y entonces: ¿Cómo es nuestra vida con cuatro niños? ¡Intensa! Comienza muy temprano con una guagua paseándose por la casa despertando a sus hermanos gritando “a papa…a papa” y de ahí no para hasta las 8:30, 9 de la noche… es un ir y venir constante: levanta a la guagua, viste a la guagua, lleva a la guagua, trae a la guagua, levanta a los niños, lava a los niños…” una secuencia que no tiene fin. En mi casa siempre hay algo que hacer (y gracias a Dios tengo una mujer que me ayuda, que quiere a mi guagua tanto como si fuera su nieta… y a los mayores los cuida como si fueran propios) Siempre hay un juguete que recoger, una mancha que limpiar, un poto que lavar, un cuaderno que revisar, un plato que servir… Siempre hay un niño que necesita cuidados, uno que necesita que lo escuchen, uno que no se está portando bien. La “hora poto”, como le digo a la última hora del día en que hay que bañar, dar de comer y acostar, es eterna y agotadora. Siempre hay un ” mamáááááá” en mi oreja, siempre hay alguien que no encuentra su estuche, su piyama o su juguete favorito. La televisión de mi pieza está encendida todo el día y hasta he llegado a pensar que el sonido de las desagradables vocecitas que transmite me ayuda a concentrarme. Llevo 9 años viendo el Discovery Kids, comprando pañales y paseando un coche. 9 años despertando en la noche, saliendo atrasada, corriendo por las calles de Santiago dejando y buscando niños.
¡Pero es maravilloso! Despierto todas las noches con una pequeñita que me dice “¡te quiero! ¿puedo dormir contigo?”, en la mañana siempre hay una guagua en mis brazos agarrando a patadas un computador (“porqué toca esto y no me toca a mí”, pensará…) apenas llega la hora de salida del colegio me llega un whatsapp preguntando “¿donde estás mamá? (como si algún día se me fueran a olvidar) y religiosamente todos los días llega un niño a contarme chistes de Condorito. Nunca jamás estoy sola, si me ven triste me hacen cariño y si estoy feliz sonríen conmigo. Son felices con las cosas más simple: un helado de palitos a la salida del colegio, un chicle en la bomba de bencina o un chocolate en la caja del supermercado los transforma en la persona más feliz del universo.
¿Y saben que es lo más lindo de tener una familia grande? El amor infinito que vivimos. Siempre les he dicho a mis amigas que con un poco de susto esperan a su segundo hijo: “tener un segundo, tercero, cuarto hijo es ver multiplicar el amor” Sí, con solo un hijo en una casa se viven solo dos tipos de amor: de madre/padre a hijo y de hijo a madre/padre, cuando entra un nuevo factor el amor se multiplica porque ya no son 3 personas en la relación y todos ahí se aman por lo que la relación y el sentimiento crece exponencialmente.
Es cierto, tener cuatro hijos es una experiencia potente las 24 horas del día, pero es una misión maravillosa formarlos, cuidarlos y amarlos… Estar presente en la vida de cada uno de ellos en igual proporción. Hay que saber organizarse y dividirse, hay que saber privarse y dejar de lado, hay que saber conocerlos y darles en el gusto, hay que saber poner límites, horarios y armar rutinas, hay que saber amarlos a todos por igual, hay que entender que las diferencias no son válidas ni hacen bien. Hay que comprender que mi rol como madre es hacerlos vivir en el mejor mundo que podamos darle… Tener cuatro hijos es tener 10 ojos y 8 brazos… y como sé que no puedo ser un monstruo de estas características, ser madre de cuatro hijos es tener un amor infinito y una capacidad de entrega sin fin. Es acostarse agotada y feliz sabiendo que sin sanos y que en la vida de cada uno de ellos reina la alegría.