Los niños desobedientes tienen un carácter fuerte, están buscando constantemente el enfrentamiento, son desafiantes, miden continuamente las fuerzas y quieren ser el centro de atención. Lo malo es que con frecuencia lo consiguen, aveces por agotamiento de los adultos y otras por la perseverancia que ponen en lograrlo.
La mayoría de las veces los niños desobedientes están hechos ‘un enredo; no dejan de ser niños y como tales necesitan la seguridad que les podemos proporcionar los adultos. Pero si tienen un padre que duda continuamente de cómo afrontar sus desafíos, cómo reaccionar ante sus desplantes, no es el mejor ejemplo de seguridad y equilibrio. Ellos piensan que los adultos deberíamos saber siempre lo que tenemos que hacer, y no entienden que dudemos tanto; a veces, sus actitudes son extremas, buscan la provocación para ver si, por fin, reaccionamos y actuamos.
Muchas veces los padres, de manera inconciente, premian ese comportamiento negativo y por lo tanto, hacen que se consolide como una forma de actuar. Efectivamente, el niño en muchas ocasiones, obtiene como premio librarse de las peticiones que sus padres le hacen, pueden continuar con lo que estaba haciendo y sobre todo, ser el centro de atención durante unos momentos.
¿Qué podemos hacer para afrontar el tema?
En primer lugar debemos pensar muy bien lo que le vamos a pedir al niño. Tenemos que distinguir entre “órdenes duras y órdenes blandas”. Pídanle al niño solo lo que es estrictamente necesario y que no hay alternativa, es decir, reduzcan sus órdenes lo más posible a “órdenes duras”. En ocasiones, hacemos demandas a los niños sin sentido, contradictorias. Antes de dar una orden hay que pensar lo que se pide.
Cuando lo hagan, es muy importante acercarse al niño y asegurarse que está poniendo atención, que nos escucha y que comprende la orden.
En tercer lugar, se deben dar con un tono de SEGURIDAD y firmeza. No hace falta gritar, ni amenazar; basta con que el niño compruebe que es en serio. Si responde diciendo que no quiere, entonces ustedes, sin enfadarse y sin entrar en demasiadas negociaciones, le vuelven a repetir una vez más la orden.
Es importante disminuir las llamadas de atención a tres como máximo. En la segunda llamada de atención le anticiparemos las consecuencias si no obedece.
Después de la tercera llamada de atención si continúa “sin hacer caso”, actuaremos. La actuación debe ser firme, sin prestar demasiada atención, sin muchos comentarios ni reproches. Es importante que su mal comportamiento no obtenga la recompensa de prestarle mucha atención, se trata de actuar como si estuviéramos pensando en otra cosa. Posteriormente no haremos demasiadas alusiones al comportamiento negativo, ya que sería otra forma de prestar atención.
Por el contrario, elogiaremos y prestaremos una especial atención siempre que el niño obedezca y efectivamente nos haga caso. De esta forma, comprobará que le prestan más atención cuando se porta bien que cuando se porta mal.
No caer en las provocaciones de los hijos desobedientes. No contestar a sus quejas, directamente hacer lo que te habñias propuesto.
No intentar razonar con él cuando desobedece; es inútil, sólo intenta “complicarnos y ganar tiempo”.
Es comprensible que piensen que esta forma de actuar es demasiado complicada y costosa pero es la que recomiendan muchos especialistas.