Ale Columnas

Esos papeles cargados de recuerdos por @Alepolig

collage de fotos

La vida pasa tan rápido, que muchas veces n siquiera alcanzamos a darnos cuenta y miramos a nuestro alrededor y recién caemos en cuenta de que el tiempo no ha parado ni un segundo. Y para enfrentar todos esos cambios y procesos que muchas veces se quedan en nuestra memoria, pero a veces es frágil.

Gracias a los avances de la tecnología podemos tener en nuestras manos la posibilidad de inmortalizar cada momento que nosotros queramos. Claro, porque no necesitamos tener una mega cámara de fotos para tomar fotografías o grabar videos, hoy nuestros celulares pueden hacerlo y de manera casi impecable y profesional.

La primera vez que nuestros hijos ríen, su primera comida, sus primeros pasos, algún viaje con nuestra pareja, las juntas con las amigas, el cumpleaños del Abuelo, en fin, todo pero todo puede quedar registrado gracias a nuestro apreciado teléfono.

Pero aunque la tecnología nos da soluciones en nuestro día a día, nos permite inmortalizar momentos que antes no alcanzábamos a tener, siento nostalgia de las fotos. Nostalgia de esos rollos que tenían en su interior dos semanas enteras de vacaciones. Nostalgia de aquellas fotos espontaneas, que aunque muchas veces no era la mejor en ningún aspecto, era la mejor dejando claro que ese momento fue único. Claro, porque con las fotos de hoy, tenemos que reconocer que sacamos unas 20 hasta encontrar la que nos gusta.

Aún me acuerdo cuando  fui de viaje de estudios y llegué de vuelta a Santiago con más de 10 rollos de fotos cargados de anécdotas, recuerdos, alegrías e historias que contarles a todos. Aún veo también la casa de mi papá por tener que mandar a “desarrollar” todos los rollos. O esas vacaciones en Arica donde tan bien lo pasábamos y eran al menos dos meses de intensas actividades.

Hoy miro esas fotos y vuelvo a vivir esos momentos. Me siento transportada por unos segundos, me siento nuevamente esa niña que jugaba en la playa o esa adolescente llena de alegría paseando por las calles junto a sus amigas del alma. Miro esas fotos y siento el momento como si fuera hoy.

La magia de las fotos es maravillosa. Nuestras caras riendo, captando esos momentos mágicos y llenos de felicidad. Esos ojos mirando al lente que son capaces de transmitir emociones y sentimientos más allá del papel. Esos papeles cargados de recuerdos y de emociones que van más allá de lo esperado.

Estoy segura de que hoy tengo muchísimas más fotos de la que mis papas pudieron haber pensado en tener de mí. Pero muchas de ellas están en la cámara, en el celular o en el computador. Claro, ahí no se dañaran, ni se van a decolorar, ni a doblar. Pero ¿Quién las va a ver? La magia de las fotos es precisamente esa: que se vea la alegría del momento, que se transmitan esos sentimientos y emociones y que sea capaz de transportar a ese momento único y que no volverá a ocurrir.

Poco a poco he ido imprimiendo fotos, en la medida que puedo hacerlo, o me acuerdo o me alcanza el tiempo. La pared de mi pieza aún tiene espacio para más risas, para más alegría y para más magia. Quiero que ellos se vean cuando sean grandes y sientan lo mismo que yo. Quiero dejarles al menos ese regalo para cuando ellos tengan a sus hijos.

Tal como lo hizo mi mamá cuando nació mi hija. Me regalo lo mejor que podría haber recibido: mis propios momentos, mis propias etapas de crecimiento, mis propias alegrías y mi propia historia guardada en esos papeles cargados de recuerdos.

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