Los niños en edad preescolar que leen en forma independiente son la excepción. Estos lectores precoces utilizan palabras claves e imágenes y han aprendido a hacer coincidir letras con sonidos y palabras. Ellos pueden tener lapsos de atención más largos y se han aprendido de memoria algunas palabras de uso frecuente (no así palabras comunes como “y”, “los”, “ella”, y “ahí” que no se pueden aprender a través de imágenes). Si nuestros hijos son lectores precoces, no necesitamos hacer nada más que ofrecerles estímulos y proporcionarle mucho material y ambiente para leer.
En cambio, si nuestros hijos no están en la “vía rápida”, no le demos mayor preocupación. A los 4, muchos niños simplemente no están dispuestos a quedarse quietos y concentrarse en un libro por mucho tiempo. Otros pueden aprender la mecánica de la lectura, pero no están cognitivamente listos para comprender las palabras. La lectura es verdaderamente una de las habilidades que los niños adquieren cuando están realmente bien preparados, no importa lo mucho que nosotros o sus profesores los inciten a hacerlo. De hecho, demasiada insistencia puede dar generar un efecto contrario.
En este momento, es más importante que nuestros hijos se entusiasmen con los libros. Si a ellos les encantan las historias y el lenguaje, ellos mismos empezarán a poner y ordenar los elementos básicos de la lectura a su favor y por su propia iniciativa. Esto ocurre a los 5 años para algunos niños, y a los 6 o 7 para los demás.
Insistimos en el rol fundamental que cumplimos nosotros, los padres, en el proceso de la lectura de nuestros hijos. En los primeros años debemos ser agentes que motiven, inciten y den instancias para que ellos de a poco se vayan encantando.
Pero ojo, tampoco, como dice el texto, debemos ser insistentes ni catetes con el tema. Cada niño tiene sus propios procesos y apurarlos puede ser un error. Hagamos de la lectura un hábito divertido, que se comparte en familia y que se disfruta en su esencia.