Hay veces que sinceramente el comportamiento de nuestros hijos nos supera y no sabemos cómo reaccionar frente a esta situación y recurrimos a nuestra memoria para rescatar de nuestros propios recuerdos que era lo que nuestros padres hacían con nosotros en esos momentos. Antes, pegar para corregir ciertas conductas era una conducta normal y vista de esa manera por la sociedad en general. Los castigos muchas veces se basaban en golpes.
Hoy los tiempos han cambiado. Pegar no es una forma de castigo correcta, no sólo por daño físico al que se somete a un niño indefenso, sino que también porque está comprobado que no se logra corregir conductas erróneas con esta actitud. Lo único que se consigue es que los niños tengan miedo a que si hace algo malo les van a pegar, pero no entienden la razón del porqué tal o cual comportamiento está malo. Con pegar no les enseñamos a reflexionar, entender y reconocer aquello que hizo mal.
El castigo con golpes por parte nuestra hacia los niños, sólo les muestra una conducta agresiva y, aunque no lo creamos, los pequeños van copiando ese modelo y lo comienzan a repetir en otros lados. Violencia sólo genera violencia.
Pero entonces ¿cómo debemos aplicar un castigo para corregir una conducta? Lo primero es que el castigo debe ser aplicado de forma racional por parte nuestra, para así lograr lo primero que es corregir una conducta. No nos debemos dejar afectar por nuestro estado de ánimo ni por otros problemas que tengamos en nuestra vida. Evitemos los gritos, las peleas con nuestro hijo y lo más importante es lograr tener el control de la situación.
También, para que el castigo tenga el efecto esperado, debemos escuchar los descargos de nuestros hijos e intentar ser lo más justas posibles frente a la situación. Y una vez que escuchamos y se viene el castigo, debemos comunicarlo de manera firme, definitiva y clara para que vayan entendiendo el porqué de la situación y qué fue lo que hicieron mal.
Ahora bien, el tipo de castigo que apliquemos nunca debe ser desproporcionado respecto a la acción o situación. Tampoco debe serlo en cuanto a su edad. Y siempre debemos intentar conciliar el castigo con un reforzamiento de cuáles son las buenas conductas esperadas, para que el niño pueda reflexionar en lo que hizo y en lo que se espera de él.
No es un tema fácil, pero tampoco debemos subestimar a los niños. Lo más importante es siempre que debemos mantener el control de la situación, no desesperarnos y explicarles una y mil veces, por qué lo que hizo esta malo.