Habar de la muerte siempre es difícil, sobre todo cuando tenemos que hacerlo con los niños. Es un tema que nos pone incómodos y que muchas veces nos cuesta enfrentar a nosotros.
Pero ¿Qué pasa cuando enfrentamos la muerte de un ser querido que afecta a nuestros hijos? La muerte es algo natural e inevitable, por lo que para enfrentarla, lo primero es que no debemos asumir una actitud de negación o evación frente a lo que está pasando. No subestimemos nunca a los niños. Debemos tener apertura emocional para poder explicarles a los niños lo que está sucediendo, aunque nos emocionemos y demostremos nuestra pena frente a la pérdida. Esta emoción que le mostremos a nuestro hijo/a lo ayudará a que reconozca, identifique y valide sus propios sentimientos frente a lo que está sucediendo.
La pena y el duelo son procesos por los que todos debemos pasar al momento de perder a un ser querido. No tratemos de evitar que los niños sufran porque esconder sus sentimientos les hará peor. Dejemos que él/ella vaya tomando sus decisiones frente a lo que sucede: si quiere participar de los ritos o no, pero todo a su ritmo, sin presiones.
Debemos también darles el espacio para que nos planteen sus inquietudes, hagan preguntas. Ellos esperan respuestas claras, pero debemos hacerlo apropiadamente frente a la edad de cada uno y a su desarrollo cognitivo.
Según aalgunos especialistas, uno de los elementos que ayudan a superar las pérdidas son los recuerdos ligados a la persona que se ha ido. No dejar de hablar, de recordar ni de reír de los recuerdos es una buena forma de ir superando el momento. No por no hablar, la pena se va a ir.
Un momento complicado se viene cuando vuelve la vida cotidiana y la persona no está. Este también se torna un periodo complicado y acá también tenemos que estar al lado de los niños para ayudarlos, protegerlos, contenerlos y acompañarlos en su pena y en su dolor. Debemos dejarlos que se desahoguen y que hablen de ello. No darles ese espacio puede favorecer una conducta disociativa, lo que es muy peligroso para el desarrollo emocional de los niños, ya que se acostumbran a negar sus sentimientos limitando así su autoconocimiento y su capacidad empática.
Otro punto que es importante destacar es que no es recomendable utilizar explicaciones metafóricas, como que se fue a un viaje largo o que se durmió por mucho tiempo. Esto puede provocar ansiedad en los niños ante los viajes o a quedarse dormido. Esto se da principalmente porque la mente de los niños es muy concreta.
Las explicaciones son necesarias y varían según las edades de los niños, por lo que Neva Milicic y Soledad López nos entregan posibles sugerencias para hablar con los niños:
- Entre los 2 y 4 años: explíquele que la gente, cuando se muere, deja de respirar, no puede moverse y ya nada le duele. Se puede hablar en relación al alma de acuerdo a las creencias religiosas.
- Entre llos 4 y 6 años: expliquele que la gente cuando muere, no regresa y que el corazón deja de funcionar, además siempre dar la explicación de las creencias religiosas como en el grupo anterior.
- Sólo desde los 8 años en adelante: explicar que los que mueren dejan de pensar pero que no hay dolor y que no se sabe exactamente que sucede después de la muerte, pero lo que sí sabemos es que están tranquilos y que los que mueren no tienen ninguna explicación.
Como dijimos antes, la muerte es algo natural de la vida y los niños deben percibirlo así. No es un castigo, recordar con alegría a quién nos dejó y ayudar a nuestros hijos siempre a lidiar con sus sentimientos y nunca a negarlos.