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¿Cacharrito o auto cero kilómetros? por @memecarranca

cacharrito

Muchas veces me he preguntado qué mundo le estoy entregando a mis hijos. He escuchado miles de veces “a los hijos hay que darles un peldaño más”, es decir, más de lo que nosotros tuvimos, pero tampoco un abismo de diferencia entre lo que somos y lo que ellos son y serán.

Y me sigo preguntando ¿Qué es ese “un poco más de lo que soy”? En el mundo que vivimos: rápido, inmediato, exitista y frío “un poco más” implica mejor colegio, mejor casa, mejor pasar … ¿Pero es eso felicidad? Es felicidad educar a nuestros hijos en el mundo de: “el que tiene más es mejor”, claro que es confort, bienestar, tranquilidad… ¿Pero es felicidad?

Me explico: Cuando somos pequeños y vamos a un cumpleaños el mejor es el que recoge más dulces de la piñata. Crecemos y vamos al colegio, el mejor es el que tiene mejores notas, luego el que tiene mejor puntaje en la PSU, más adelante el que le va mejor en la U, el que encuentra mejor trabajo, el que tiene mejor auto, casa más arriba, va de vacaciones más tiempo, viaja más… y así, hasta el infinito puedo seguir enumerando miles de cosas por las que por tener más somos mejores.

¡Vano, vacío y sin sentido! Cómo va a ser más una persona que nació en cuna de oro y que, por lo tanto, su papá le regaló un auto cero kilómetros al cumplir los 18 que una que trabajó desde los 15 empaquetando en el supermercado y sirviendo tragos en la discoteque de moda para comprarse un cacharrito al cumplir 18. ¿Quién vale más? O más bien, ¿Cuál es el valor de cada uno de esos autos?

Varias veces, durante mi vida universitaria, me dediqué a mirar los autos que estaban en el estacionamiento. La mayoría de los cero kilómetros estaban sucios, mal tratados y con varios rayones, mientras los que eran notoriamente de los papás o comprados por los ahorros de sus dueños estaban siempre impecables. Entonces ¿Qué vale más? El cacharrito, cierto. ¿Qué cuidamos más? Lo que más cuesta, cierto.

Si vamos a un cumpleaños con nuestros hijos y llenan la bolsa con dulces de la piñata no pasa a ser importante ni una enseñanza para ellos. Mientras que si vamos a un cumpleaños, nuestro hijo llena su bolsa de dulces y al mirar para el lado ve que hay un niño que no logró tomar más que dos y le regala la mitad, pasa a ser una experiencia inolvidable, una enorme palmada en la espalda que nos dice “lo has hecho bien”.

Entonces, eduquemos a nuestros hijos lejos del “ser más” o el “tener más” eduquémoslos para que sean mejores personas, más humanos, cercanos y presentes. Enseñémosle a mirar hacia el lado y mirar a los ojos a quien sea que esté a su lado. Enseñémosle a valorar lo que tienen, a entender que son unos privilegiados al tener todo lo que guardan en su cajones… y por sobre todo, enseñémosles en valor de cada cosa, por mínima e insignificante que sea.

Sé que es difícil, y en el día a día lo es aún más. Pero creo que si hoy todos decidimos que preferimos que nuestros hijos sean mejores personas y no que tengan más podemos hacer el cambio. Todos los políticos nos ofrecen un mundo nuevo que se crea con impuestos, leyes y normas… ¡Pero no! El mundo nuevo se crea día a día en nuestra casa, con nuestros hijos.

Les dejo planteada una reflexión: ¿Queremos que nuestros hijos tengan más o simplemente sean más felices?

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