En la página de Ser Padres se publicó una entrevista (de Belén Juan) al pediatra Carlos González. El es autor de varios libros sobre alimentación, lactancia y educación para la infancia. Aquí les dejamos las ideas que nos parecen más interesantes de rescatar.
En primer lugar habla de que no son necesarios los premios y castigos. El plantea que “No necesitamos un plan de incentivos o un código penal doméstico para controlar a nuestros hijos, lo mismo que no necesitamos premiar o castigar a nuestro marido o nuestra esposa. Las cosas, simplemente, se dicen.”
En cuanto a hablar de las consecuencias en vez de castigos el doctor plantea que más que nada es un cambio de nombre. El dice que en ocasiones debiesen ser los padres quienes pensaran en las consecuencias de sus actos: “En vez de ponerle el abrigo a la fuerza aunque llore, en vez de reñirle mil veces para que se siente derecho, para que no se toque la nariz, para que no pise los charcos, para que no toque las paredes… deja que lo haga y que experimente las consecuencias de sus actos. ¡Oh, sorpresa, no hay ninguna consecuencia! ¿Pues a qué venía tanto escándalo?”
El doctor plantea también que el tema del aumento de déficit atencional con hiperactividad probablemente se debe a dos cosas. “Por una parte, el exceso de estímulos en la primera infancia, la escolarización precoz, la exposición precoz de pantallas, la falta de juego libre y de contacto con los padres probablemente están alterando a los niños. Pero sobre todo estamos perdiendo la paciencia con ellos, no somos capaces de tolerar la conducta normal de los niños. Conductas que hace medio siglo hubieran despertado un simple comentario, “¡cosas de niños!” o “¡parece que ha comido rabos de lagartija!”, ahora se consideran motivo para consultar al médico y para tratar al niño con anfeteminas durante años.”
Por último queremos dejarles las palabras que plantea cuando le preguntan si se puede arreglar los errores de crianza cometidos en el pasado. Y queremos que estas sean las palabras que graben en sus mentes:
“La mayoría de los padres han hecho muchísimas cosas bien con sus hijos. Casi todo lo que han hecho, lo han hecho bien. Y todos los padres hemos hecho también alguna cosa mal, sin darnos cuenta y con nuestra mejor intención.
El que cree que lo hace bien, lógicamente seguirá haciéndolo igual. El que descubre que hizo algo mal, pues sólo tiene que hacerlo mejor a partir de ahora. El pasado no se puede cambiar, y de nada sirve llorar por la leche derramada. Pero lo que vamos a hacer a partir de ahora solo depende de nosotros.”