Este fin de semana leí en la Revista de El Sábado de El Mercurio un reportaje que me llegó a dar rabia. “Hijos, no gracias” se llamaba y hablaba de la decisión de los matrimonios jóvenes de no tener hijos. No me da rabia la opción de estas personas, me causa algo extraño alguno de los argumentos que se planteaban. “Un hijo sale caro”, “No tengo tiempo para un hijo”, “Queremos darle lo mejor, y no nos da con nuestro presupuesto”.
Entiendo y puedo llegar a compartir la decisión de una pareja de no tener hijos sustentada en argumentos como “somos felices sin ellos”, “tenemos proyectos que no se pueden desarrollar sin hijos” o sencillamente “no queremos hijos porque no está en nuestro proyecto de vida”. Pero fundamentar una decisión tan potente, maravillosa e infinitamente llenadora bajo argumentos económicos me parece completamente fuera de lugar. Aunque se entiende si es que pensamos que esas personas lo plantean desde la realidad de no tener hijos, de no entender que la felicidad plena solo se logra al momento de tomar por primera vez a un hijo en los brazos.
Tengo 31 años y cuatro hijos. Sé que estoy completamente fuera de lo normal, muy por sobre el 1,89 hijos vivos por mujer en edad fértil, según las cifras del INE. Mi marido trabaja de sol a sol (y un poco más) para que yo pueda criar a mis hijos y que ellos tengan todo lo que necesitan y mucho más. Vivimos en un sector exquisito, nuestros hijos van en un excelente colegio, vamos de vacaciones donde queremos y todos juntos, a fin de cuenta tenemos tranquilidad económica gracias a su trabajo y esfuerzo. Para nosotros nunca ha sido argumento el tema financiero en nuestra crianza, en la decisión de ser una familia grande.
Alguna vez leí al Padre Felipe Berrios plantear que existen personas que, en su vida, juegan ajedrez y otras juegan ludo. Quienes juegan ajedrez planean cada jugada, cada mínimo movimiento en su vida, no hacen nada sin planear, cotejar y cuantificar beneficios de cada cambio. Por su parte, quienes juegan ludo tan solo tiran los dados y avanzan según lo que mandan, dejan al azar las consecuencias. Planteaba que dentro de quienes juegan ludo hay más espacio para que Dios decida y pueda llenar de bienaventuranzas el camino.
Bueno, nosotros hemos jugado ludo siempre… y hemos tenido increíbles resultados. Nunca ha estado el tema financiero dentro de los argumentos a la hora de planear un hijo. Es cierto, es parte importante pero no es un argumento decidor ni definitivo para llegar a una conclusión. Un hijo tiene un costo, pero no es ni mínimamente comparable con los beneficios. Ser padres es una experiencia única y maravillosa, que se hace cada vez más grande y extraordinaria en la medida que tienes más hijos.
El mensaje de hoy es a jugar ludo, a dejar que el destino (Dios, como nosotros le llamamos) obre dentro de nuestra vida. Hay decisiones racionales como qué casa comprar, qué auto cambiar, qué trabajo elegir. La decisión de ser padres va mucho, muchísimo más allá. Si juegas dudo, dejarás un espacio mayor al azar para que pasen cosas buenas en tu vida y en la de tu familia. Hay veces que vale más decidir de acuerdo a lo que sientes y no a lo que razonas.
A fin de cuentas a este mundo vinimos a ser felices. Para mí la felicidad la entregan los afectos, los 4 besos y abrazos de buenas noches que recibo antes de dormir, el acostarme con mi marido sabiendo que esos 4 angelitos que duermen en mi casa reciben todo el amor que necesitan. Eso vale mucho más que un colegio ultra caro, unas vacaciones en Disney o un auto a los 18 años. A fin de cuentas, la felicidad que se recibe con los hijos no se compra ni transa en el mercado. Esa felicidad de disfrutarlos no se cuantifica, tan solo se siente y se vive en el día a día.