Como ya hemos visto, la adolescencia es una edad compleja, caracterizada por una serie de cambios a nivel físico, psicológico y social que provocan un cierto desbalance, no solo en el adolescente, sino también en quienes están a su alrededor, especialmente en sus padres.
Tener un hijo adolescente genera bastantes ansiedades, las que están especialmente ligadas a que nuestros hijos caigan en conductas que puedan poner en riesgo su integridad. Problemas como el consumo de sustancias, trastornos alimentarios, sexualidad irresponsable y conducción temeraria, por nombrar solo algunas, pueden aparecer a esta edad si los padres no están atentos a las señales, no ponen los límites necesarios y no se involucran responsablemente en la crianza de sus hijos.
Ser padres “disponibles” para nuestros hijos es la clave. Si bien, no podemos asegurar que de esta manera no caerán en conductas de riesgo, si podemos prevenir en gran medida su incidencia ¿Cómo?
• Manteniendo un buen nivel de comunicación al interior de la familia, generando espacios para que esto suceda, por ejemplo, sentándose todos a la mesa aunque sea una vez al día.
• Educando con el ejemplo. No caer en conductas que no queremos que caigan nuestros hijos. (Fumar, beber en exceso, manejar agresivamente).
• Estar muy atentos a lo que nuestros hijos hacen en el colegio, manteniendo siempre un buen nivel de comunicación tanto con profesores como con los apoderados.
• Reglas claras, fijando consecuencias que sepamos que vamos a ser capaces de cumplir si estas no se siguen.
• Practicar una actitud de escucha con nuestros hijos. Las conversaciones al estilo “monólogo” donde son solo los padres los que hablan y los hijos los que escuchan, no sirven de nada. Nuestros hijos también tienen cosas importantes que decirnos y debemos estar abiertos a escucharlos activamente.
• Estar atentos a cualquier signo que se escape de su normal funcionamiento como desgano, falta de energía, irritabilidad, falta de apetito, bajo rendimiento escolar. Conversar con ellos acerca de lo que les está sucediendo y estar en constante comunicación con el colegio.
• Enseñarles a conocer sus capacidades y limitaciones. Fomentar lo más posible aquello para lo que son buenos.
• Conocer sus amistades. Invitarlas a la casa y conocer a sus padres.
• Reforzar aquellas conductas que queremos que se mantengan.