Entre los 11 y 13 años para las mujeres y entre los 12 y los 14 para los hombres, llega el fin de la niñez y el inicio de la adolescencia, una etapa caracterizada por una serie de cambios que generan bastantes ansiedades no solo en los chicos, sino que también en los padres, por lo que me parece importante darles a conocer qué conductas son esperables en esta etapa y cuáles no, requiriendo una consulta a un profesional competente.
Partamos hablando a nivel físico. A esta edad, comienzan a aparecer las características sexuales secundarias producto de cambios hormonales y hay un rápido crecimiento en estatura y peso. Junto con esto empieza la atracción por el sexo opuesto, por lo que es natural que anden más pretenciosos y se convierta en parte importante de sus preocupaciones su aspecto físico. Sin embargo estemos atentos si vemos que no solo se preocupa de su físico, sino que éste se convirtió en su preocupación central, que empezó a hacer dietas estrictas para bajar de peso o hace ejercicio de manera exagerada.
A nivel cognitivo cambia la forma de pensar, ahora los chicos son capaces de pensar más allá de la realidad concreta, pueden hacer relaciones, abstracciones y reflexionar sobre distintas aristas de un problema. Los padres pueden darse cuenta de este cambio cuando los chicos empiezan a tener conversaciones sobre aspectos más trascendentales, comienzan a debatir sus ideas y adoptan una actitud más crítica y reflexiva. Sin embargo, si vemos que están constantemente discutiendo, adoptan una actitud desafiante, agresiva y critica en exceso puede que estemos frente a algún problema que es importante mirar.
A nivel emocional, es común verlos más decaídos, cansados y retraídos, puede que ya no muestren tanto interés por cosas que antes disfrutaban, que tengan más ganas de dormir y que quieran estar más solos. Sin embargo, si vemos que ya no tiene actividades que lo motiven, que duerme en exceso y que no comparte con el resto, puede que haya algo más allá que requiera atención.
Uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta, es que esta es una etapa de búsqueda de la propia identidad, por lo que es absolutamente normal que empiecen a querer separarse un poco más de los padres, que ya no estén tanto en la casa y que prioricen su grupo de amigos y amplíen su círculo. Sin embargo, si vemos que ya no disfruta con la familia y empieza a mostrar una actitud indiferente, es importante que pongamos ojo, sobre todo si notamos que cambió radicalmente a sus antiguas amistades, que ya no se junta con los de siempre y no los lleva a la casa para que los conozcan.
Tengamos claras estas pequeñas distinciones. Si observas alguna conducta extraña con tus hijos no dudes en consultar a un especialista, una consulta oportuna puede hacer la diferencia.